MUJER
ATROPELLADA, Juceca.
La mujer de Veoveo Festín tenía fama de ser muy atropellada.
Y no en balde. Era raro que al sacudir la cama no tirara algo con la sábana, o
la enganchara en alguno de los clavos que usaba el marido de percha. No había
mañana que a la pasada por la cocina no le pateara el brasero. Le salpicaba las
patas con agua caliente, y arriba los pollos picaban las brasas del suelo y
quedaban con los picos mochos. Atropellada pa' cocinar, al dar vuelta la
tortilla en el aire dos por tres la dejaba pegada del techo y la tenían que
comer con escalera.
- No hagás las cosas a la
atropellada, mujer, le decía el marido. Pero era inútil. Si la llamaban de
afuera, al salir podía embocar la puerta o nó. Solía atravesar las paredes y
aparecer del otro lado sacudiéndose los reboques del pelo, como si nada. Por
eso Veoveo se fue hasta el boliche a consultar, y por miedo a que no le
creyeran llevó un pedazo de paré de muestra. Lo puso arriba del mostrador,
pidió un vino, y cuando le preguntaron pa' qué andaba con aquel terrón contestó:
- En el rancho tengo mujer atropellada. Por no mirar dónde está la puerta, al salir me traspasa la paré como una humedá. Y como le digo al salir le digo al dentrar.
Rosadito Verdoso dijo que en esos casos lo mejor es darle con un palo en la nuca y mirar pa' otro lado, pero el tape Olmedo, disintió.
- A su rancho lo que le faltan son puertas. Usté va, le hace unas cuantas puertas, y dispués viene y me dice. Difícil que no le salga por alguna.
El que más el que menos se ofreció pa' dir y hacerle puertas al rancho. Salieron catorce en un carro, y de pasada se tiraron hasta lo de un tal Anacrónico Bosquejo pa' pedirle un serrucho. Cerca de la medianoche, el hombre dormía. Vecino servicial, despertó a la mujer pa' que les preparara unos mates y él se fue hasta el galpón de las herramientas a buscar serrucho. Apareció con un rastrillo. Dijo que voluntá le sobraba pero serrucho no tenía, y que si era lo mismo un rastrillo que se lo llevaran nomás, que hasta el jueves no lo precisaba.
- Lo que pasa, don, es que tenemos que abrir unas puertas.
- Entonces rastrillo no sirve. Lo que ustedes necesitan es serrucho.
- Por eso le venimo a pedir.
- Sí, pero serrucho no tengo. El que puede tener es Paquidermo Grafito, aquí a media legua. Si van de mi parte y tiene, capáz que les empresta.
Paquidermo Grafito les emprestó, pero pidió que a la vuelta se lo trajeran porque tenía que serruchar temprano. Ya estaban cerca del rancho de Veoveo Festín cuando se acordaron del martillo. Pa' no dir a molestar al mismo vecino le fueron a golpiar a otro.
- Lo venimo a molestar pa' ver si tiene un martillo que nos empreste.
- ¡Mire si son horas de andar jodiendo con martillos!
- Los martillos no tienen hora.
- Pa' pior guarangos.
Como la caja de las herramientas las tenía abajo del catre, la mujer se despertó.
-Qué andás buscando, los lentes de contacto?
Les alcanzó el martillo y unos clavos, y allí salieron todos rumbo al rancho de Veoveo Festín. Llegaron cuando estaba aclarando, justo pa' ver a la mujer saliendo por una paré pa' echarle maíces a los pollos. De puro atropellada nomás les tiró unos puñados a las visitas y en lugar de darle un beso al marido se lo dió a Rosadito Verdoso. Como Rosadito jamás había sido recibido con un beso, le regaló unos higos y la mujer se los tiró a los pollos. El tape Olmedo opinó que pa' evitar más atropellos, lo mejor era abrir puertas de apuro y pusieron manos a la obra. Le han abierto tantas puertas al rancho, que al final le dejaron cuatro postes sosteniendo el techo. Pa' la tardecita, la mujer fue a salir, se llevó un poste por delante y techo al suelo. Al tiempo, Veoveo cayó por el boliche y le preguntaron por la mujer.
- Allá está, bien. La tengo como a una reina.
- Con todas las comodidades?
- No, la tengo sentada.
- En el rancho tengo mujer atropellada. Por no mirar dónde está la puerta, al salir me traspasa la paré como una humedá. Y como le digo al salir le digo al dentrar.
Rosadito Verdoso dijo que en esos casos lo mejor es darle con un palo en la nuca y mirar pa' otro lado, pero el tape Olmedo, disintió.
- A su rancho lo que le faltan son puertas. Usté va, le hace unas cuantas puertas, y dispués viene y me dice. Difícil que no le salga por alguna.
El que más el que menos se ofreció pa' dir y hacerle puertas al rancho. Salieron catorce en un carro, y de pasada se tiraron hasta lo de un tal Anacrónico Bosquejo pa' pedirle un serrucho. Cerca de la medianoche, el hombre dormía. Vecino servicial, despertó a la mujer pa' que les preparara unos mates y él se fue hasta el galpón de las herramientas a buscar serrucho. Apareció con un rastrillo. Dijo que voluntá le sobraba pero serrucho no tenía, y que si era lo mismo un rastrillo que se lo llevaran nomás, que hasta el jueves no lo precisaba.
- Lo que pasa, don, es que tenemos que abrir unas puertas.
- Entonces rastrillo no sirve. Lo que ustedes necesitan es serrucho.
- Por eso le venimo a pedir.
- Sí, pero serrucho no tengo. El que puede tener es Paquidermo Grafito, aquí a media legua. Si van de mi parte y tiene, capáz que les empresta.
Paquidermo Grafito les emprestó, pero pidió que a la vuelta se lo trajeran porque tenía que serruchar temprano. Ya estaban cerca del rancho de Veoveo Festín cuando se acordaron del martillo. Pa' no dir a molestar al mismo vecino le fueron a golpiar a otro.
- Lo venimo a molestar pa' ver si tiene un martillo que nos empreste.
- ¡Mire si son horas de andar jodiendo con martillos!
- Los martillos no tienen hora.
- Pa' pior guarangos.
Como la caja de las herramientas las tenía abajo del catre, la mujer se despertó.
-Qué andás buscando, los lentes de contacto?
Les alcanzó el martillo y unos clavos, y allí salieron todos rumbo al rancho de Veoveo Festín. Llegaron cuando estaba aclarando, justo pa' ver a la mujer saliendo por una paré pa' echarle maíces a los pollos. De puro atropellada nomás les tiró unos puñados a las visitas y en lugar de darle un beso al marido se lo dió a Rosadito Verdoso. Como Rosadito jamás había sido recibido con un beso, le regaló unos higos y la mujer se los tiró a los pollos. El tape Olmedo opinó que pa' evitar más atropellos, lo mejor era abrir puertas de apuro y pusieron manos a la obra. Le han abierto tantas puertas al rancho, que al final le dejaron cuatro postes sosteniendo el techo. Pa' la tardecita, la mujer fue a salir, se llevó un poste por delante y techo al suelo. Al tiempo, Veoveo cayó por el boliche y le preguntaron por la mujer.
- Allá está, bien. La tengo como a una reina.
- Con todas las comodidades?
- No, la tengo sentada.
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