VICIO, Juceca.
Asunto serio pa' fumar tabaco, Clotoldino Clotildo, que se
colocaba la bombilla del mate de este lado de la boca, en la comisura, y del
otro lado el pucho, y de una sola chupada mateaba y pitaba. Y con la zona
central del hocico, chiflaba pa' dentro. Un descontrol pa'l humo.--Dicen que el bicho que fuma mucho, es el murciélago.
--Dejó.
--Va quedando el sapo nomás.
--Lo que tiene de malo el sapo, es que traga el humo y no lo suelta, y se va inflando hasta que se vuela y se lo comen los caranchos.
Pero Clotoldino era un hombre que le fumaba hasta durmiendo, que la mujer se acostaba con un balde de agua junto al catre, porque dos por tres le quemaba las sábanas, que no las podía dar vuelta, porque si las daba vuelta los agujeros le quedaba p'abajo, y el otro cada vez que estiraba una pata por el calambre, enganchaba el dedo gordo y la rajaba.
Y así como le quemaba sábanas le quemaba los bordes del botiquín o la mesita de luz, porque era de olvidarse el pucho prendido en cualquier lado y prender otro, y así siempre.
La mujer le hizo de todo pa' que dejara el vicio, pero él decía que era un vicio menor, y que a los menores hay que tenerles una consideración. Pa' que dejara, la mujer le entreveraba el tabaco con ají putaparió tostado y machacado a mortero, le marcaba el rancho con zonas pa' no fumadores, le grababa las primeras toses de la mañana y se las hacía escuchar en el almuerzo, le hacía cuanto tratamiento se conoce, pero no había caso.
Hasta que una noche fue y lo encaró y le dijo:
--Mirá Clotoldino de mi alma, o dejás de fumar o te hago tragar el pucho de un sopapo. Vos verás.
El hombre le sacó la brasa al pucho con la uña del meñique, lo calzó en la oreja y le contestó a la mujer:
--Lo pensaré.
Cuando llegó al boliche El Resorte contó todito, y dijo que así no era vida ni pa' él, ni pa' la mujer ni pa'l vicio. Alguien dijo que el problema ya venía de la teta materna, y que era un vicio horal porque pitaba a toda hora. Pero la Duvija opinó que podía ser diferente la cosa.
--Es muy capaz -dijo- que el vicio del hombre no sea chupar el humo sino soplarlo. Lo que habría que hacer, es tratarlo del soplido.
Pa' que no estuviera soplando sin un criterio, el tape Olmedo le aconsejó que inflara globos pa' cumpleaños, que siempre hay una demanda porque la gente no le cumplirá otra cosa, pero año, le cumple anualmente y en fecha, dijo.
Lo malo fue que después Clotoldino agarró el vicio del globo, y se dormía inflando. Que al final la mujer igual se le fue, porque no había noche que no le reventara un globo en la oreja.
--Dejó.
--Va quedando el sapo nomás.
--Lo que tiene de malo el sapo, es que traga el humo y no lo suelta, y se va inflando hasta que se vuela y se lo comen los caranchos.
Pero Clotoldino era un hombre que le fumaba hasta durmiendo, que la mujer se acostaba con un balde de agua junto al catre, porque dos por tres le quemaba las sábanas, que no las podía dar vuelta, porque si las daba vuelta los agujeros le quedaba p'abajo, y el otro cada vez que estiraba una pata por el calambre, enganchaba el dedo gordo y la rajaba.
Y así como le quemaba sábanas le quemaba los bordes del botiquín o la mesita de luz, porque era de olvidarse el pucho prendido en cualquier lado y prender otro, y así siempre.
La mujer le hizo de todo pa' que dejara el vicio, pero él decía que era un vicio menor, y que a los menores hay que tenerles una consideración. Pa' que dejara, la mujer le entreveraba el tabaco con ají putaparió tostado y machacado a mortero, le marcaba el rancho con zonas pa' no fumadores, le grababa las primeras toses de la mañana y se las hacía escuchar en el almuerzo, le hacía cuanto tratamiento se conoce, pero no había caso.
Hasta que una noche fue y lo encaró y le dijo:
--Mirá Clotoldino de mi alma, o dejás de fumar o te hago tragar el pucho de un sopapo. Vos verás.
El hombre le sacó la brasa al pucho con la uña del meñique, lo calzó en la oreja y le contestó a la mujer:
--Lo pensaré.
Cuando llegó al boliche El Resorte contó todito, y dijo que así no era vida ni pa' él, ni pa' la mujer ni pa'l vicio. Alguien dijo que el problema ya venía de la teta materna, y que era un vicio horal porque pitaba a toda hora. Pero la Duvija opinó que podía ser diferente la cosa.
--Es muy capaz -dijo- que el vicio del hombre no sea chupar el humo sino soplarlo. Lo que habría que hacer, es tratarlo del soplido.
Pa' que no estuviera soplando sin un criterio, el tape Olmedo le aconsejó que inflara globos pa' cumpleaños, que siempre hay una demanda porque la gente no le cumplirá otra cosa, pero año, le cumple anualmente y en fecha, dijo.
Lo malo fue que después Clotoldino agarró el vicio del globo, y se dormía inflando. Que al final la mujer igual se le fue, porque no había noche que no le reventara un globo en la oreja.
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